introducción
En 1989 hubo un drama en la plaza de Tiananmen
de Pekín, la capital. Miles de personas se reunieron para manifestarse a favor
de la democracia. El gobierno comunista de China reaccionó de forma feroz y
unidades del ejército rojo atacaron a los manifestantes. Hubo muchos muertos y
cientos de personas fueron cercadas y detenidas.
La
democracia todavía no es una realidad en China. Sin embargo, en muchas otras
partes del mundo, los movimientos a favor de este sistema muchas otras partes
del mundo, los movimientos a favor de este sistema han logrado hacer caer
regímenes autoritarios. En la antigua Unión Soviética y en Europa Oriental el comunismo
fue derribado por tales movimientos. Gobiernos de tipo democrático se han
instaurado en los últimos años en gran parte de Latinoamérica y en algunos
países de África y Asia. Europa Occidental, Norteamérica, Australia y Nueva
Zelanda hace mucho más tiempo que existen sistemas democráticos.
En
el mundo actual, la democratización es una de las principales fuerzas políticas
que influye en la globalización, y que es influida por ella. Como tantos otros
aspectos de las sociedades contemporáneas, los ámbitos del gobierno y de la
política están sufriendo cambios importantes. El término Gobierno hace
referencia a la implantación regular de políticas y a la toma decisiones acerca
de cuestiones de estado por parte de los funcionarios que pertenecen a un aparato
político. A la Política
le interesan los medios los que se emplea el poder para influir en el alcance y
el contenido de las actividades gubernamentales. La esfera de lo político puede
extenderse más allá de las propias instituciones del Estado.
En
este capítulo se estudiarán los principales factores que influyen en la vida
política, la naturaleza de la democracia y el papel de los partidos. También
analizaremos las transformaciones que han tenido lugar en la vida política
británica de los últimos años, para pasar a ocuparnos posteriormente de la
política en el ámbito internacional. Hacia el final del capítulo se hace una
valoración de los cambios ocurridos en Europa Oriental desde 1989 y se examina
el impacto de la guerra en la sociedad.
En
primer lugar, hay que precisar el significado de algunos conceptos necesarios
para el estudio de la vida política: poder autoridad y Estado. En un sentido o
en otro, toda vida política tiene que ver con el poder: quién lo ostenta, cómo
lo logra y qué hace con él.
Poder y
autoridad
El estudio del poder tiene una importancia
fundamental para la sociología. El Poder es la capacidad que tienen los
individuos o grupos de hacer que cuenten sus propios intereses o
preocupaciones, incluso si otros se resisten a ello. A veces conlleva el uso
directo de la fuerza, como cuando las autoridades chinas eliminaron el
movimiento democrático de la plaza de Tiananmen. El poder es un elemento que
forma parte de casi todas las relaciones sociales, como la que existe entre
empresario y trabajador. En este capítulo nos ocupamos de una acepción más
estrecha del poder: el gubernamental. En esta manifestación, el poder está casi
siempre acompañado de la ideología, que se utiliza para justificar las acciones
de los poderosos. Por ejemplo, la utilización de la fuerza por parte del
gobierno chino contra los estudiantes que se manifestaban por la democracia era
una defensa de la ideología comunista como forma suprema de gobierno.
El
concepto de Estado
Un
Estado existe donde hay un aparato político de gobierno (instituciones como un
parlamento o congreso y funcionarios
públicos civiles) que rige sobre un territorio dado, y cuya autoridad está
respaldada por un sistema legal y por la capacidad de emplear la fuerza de las
armas para implantar sus políticas. Todos los estados modernos son
Estados-Nación, en los que un aparato de gobierno reclama para sí determinados
territorios, posee códigos de leyes formalizados y tiene el respaldo que da el
control de la fuerza militar. Los estados-nación han ido naciendo en diversos momentos
en cada parte del mundo (por ejemplo, los Estados Unidos en 1776 y la República Checa en
1993). Sin embargo, algunas de sus características principales contrastan
bastante con las de los estados de las civilizaciones tradicionales que se han
visto en el Capítulo 1. Estos rasgos son:
- Soberanía. Los territorios gobernados por
los estados tradicionales estaban poco definidos y el control que ejercía el
gobierno central era bastante débil. La idea de soberanía - que un gobierno
tenga autoridad sobre una zona con fronteras claramente señaladas, dentro de
las cuales ejerce el poder supremo- tenía poca relevancia para los estados
tradicionales. Por el contrario, todos los estados-nación son soberanos.
- Ciudadanía. En los estados tradicionales, la
mayoría de la población gobernada por el rey o emperador tenía poca conciencia
o interés en aquéllos que la regían, y tampoco disfrutaba de ningún derecho o
influencia de tipo político. Normalmente, sólo las clases dominantes o los
grupos más opulentos poseían un sentido de pertenencia a una comunidad política
general. En contraposición, en los estados modernos la mayoría de los que viven
dentro de las fronteras del sistema político son ciudadanos, tienen derechos
y deberes, y saben que son parte de una
nación. Aunque existen refugiados políticos o "apátridas", casi todos
los habitantes del mundo actual son
miembros de un determinado Orden político nacional.
- Nacionalismo. Los estados-nación se
relacionan con la aparición del nacionalismo, que puede definirse como un
conjunto de símbolos y creencias que proporciona un sentimiento de pertenencia
a una única comunidad política. De este modo, los individuos se sienten
orgullosos de ser británicos, estadounidenses, canadienses o rusos, y sienten
que pertenecen a esas naciones. Probablemente las personas siempre se han
identificado de alguna manera con un grupo social u otro, ya sea con su
familia, pueblo o comunidad religiosa. El nacionalismo, sin embargo, sólo hace
su aparición con el desarrollo del Estado moderno. Es la manifestación
principal del sentimiento de identificación con una determinada comunidad
soberana.
Las lealtades
nacionalistas no siempre coinciden con las fronteras territoriales de los
estados actuales. Casi todos los estados-nación partían de comunidades que
tenían orígenes diversos. Por consiguiente, con frecuencia han surgido
nacionalismos locales que se oponen a los impulsados por los estados. En
Canadá, por ejemplo, el sentimiento nacionalista entre los franco parlantes de
Quebec cuestiona el que representa al conjunto de los canadienses. Con todo
aunque la relación entre el Estado-nación y el nacionalismo es complicada, los
dos se han configurado
a partir del mismo proceso.
Después
de haber analizado algunas de las características más importantes de los
estados modernos, a continuación nos ocuparemos de la naturaleza de la
democracia.
La
democracia
La palabra "democracia" procede del
término griego demokratia, cuyos componentes son demos (pueblo) y kratos
(gobierno). Por lo tanto la
Democracia , en su sentido fundamental, es un sistema político
en el que gobierna el pueblo y no los
monarcas (reyes o reinas) o las aristocracias (personas de noble cuna como los
lores británicos). Esto puede parecer bastante sencillo, pero no es así. ¿Qué
significa el gobierno del pueblo? Como David Held ha apuntado, pueden
plantearse objeciones a cada una de las partes de la frase (Held, 1987). S i se comienza por el
"pueblo":
- ¿Quién es el pueblo?
- ¿Qué clase de participación se le permite?
-¿Qué condiciones se presupone que conducen a
la participación?
Por lo que respecta al "gobierno":
_ ¿Cuál debe ser el alcance del gobierno?
¿Debería estar circunscrito, por ejemplo, a la esfera de la administración o
puede haber democracia en otros ámbitos, tales como el ámbito laboral?
- ¿Incluye este concepto las decisiones
administrativas que toman los gobiernos o debe limitarse a las grandes
resoluciones que afectan a las políticas?
En el caso de "gobierno del":
- ¿Se debe obedecer al gobierno del pueblo?
¿Qué lugar ocupan la obligación y la disidencia?
- ¿Debe actuar al margen de la ley una parte
del pueblo que creyera que las leyes vigentes son injustas?
¿En qué circunstancias, si hay alguna, deben
emplear la coacción los gobiernos democráticos contra quienes están en desacuerdo
con sus políticas?
La
respuesta a estas preguntas ha adoptado formas contradictorias, en cada período
y sociedad. Por ejemplo, el concepto de "pueblo" se ha interpretado
de muchas maneras: como los propietarios, los hombres blancos, los hombres con
estudios, sólo los hombres, y hombres y mujeres adultos. En algunas sociedades,
la versión aceptada oficialmente de la democracia se limita a la esfera
política, mientras que en otras se extiende a otras áreas de la vida social.
Democracia participativa
En la democracia participativa (o democracia
directa) las decisiones las toman comunitariamente los interesados. Este fue el
tipo original de democracia que se practicaba en la antigua Grecia. Quienes
eran ciudadanos, una pequeña minoría de la sociedad, se reunían regularmente en
asamblea para estudiar las políticas y adoptar decisiones importantes. La
democracia participativa tiene una importancia limitada en las sociedades
modernas, donde la masa de la población tiene derechos políticos, y sería imposible
que todos participasen activamente en la adopción de todas las decisiones que
les afectan. Aun así, algunos aspectos de la democracia participativa tienen
relevancia para las sociedades modernas. Por ejemplo, la convocatoria de
referendos, en los que el pueblo manifiesta su opinión sobre un determinado
asunto, es una forma de democracia participativa. La consulta directa a un gran
número de personas se hace posible mediante la reducción del problema a una o
dos preguntas que hay que contestar. Los referendos nacionales se emplean
regularmente en algunos países europeos.
Monarquías
y democracias liberales
Aunque algunos estados modernos, como Gran
Bretaña o Bélgica, todavía tienen monarcas, en la actualidad éstos son escasos
y están poco vinculados entre sí. En los países en los que aún hay gobernantes
tradicionales de esta clase, su poder real suele estar limitado o ser casi
inexistente. En un reducido número de países, como Arabia Saudí y Jordania, los
monarcas continúan manteniendo cierto control sobre el gobierno, pero en la
mayoría do los casos son símbolos de la identidad nacional más que personajes
con un poder directo en la vida política. La reina británica, el rey de Suecia
o incluso el emperador del Japón son monarcas constitucionales, cuyo poder real
está muy restringido por una constitución que deposita la autoridad en los
representantes elegidos por el pueblo. La gran mayoría de los estados modernos
son repúblicas - es decir, carecen de monarcas- y casi todos ellos, incluyendo
las monarquías constitucionales, se dicen democráticos.
A
los países en los que los votantes pueden elegir entre dos o más partidos y en
los que el grueso de la población adulta tiene el derecho al voto se les suele
denominar democracias liberales. Gran Bretaña y el resto de los países de
Europa Occidental, los Estados Unidos, Japón, Australia y Nueva Zelanda
pertenecen a esta categoría. Algunos países del Tercer Mundo, como la India , también tienen
democracias liberales.
La
expansión de la democracia liberal
Durante bastante tiempo los sistemas políticos
del mundo estaban divididos entre la democracia liberal y el comunismo, tal y
como se daba en la antigua Unión Soviética (y que aún pervive en China y otros
pocos países). El comunismo era fundamentalmente un sistema de partido único.
Los votantes no podían elegir entre varios partidos sino entre diferentes
candidatos de la misma agrupación (el partido comunista) y, con frecuencia,
sólo se presentaba un candidato. Por lo tanto, no había posibilidad de elección
real. Podemos decir que el partido comunista era el poder dominante en las
sociedades de tipo soviético, ya que controlaba no sólo el sistema político
sino también la economía.
Desde
que en 1989 Europa Oriental se libró del control de la Unión Soviética ,
los procesos de democratización se han propagado por el mundo en una especie de
reacción en cadena. En Centroamérica, países como Nicaragua, y en África, Zaire
y Sudáfrica, han establecido gobiernos democráticos de tipo liberal. En China,
que tiene alrededor de una quinta parte de la población mundial, el gobierno
comunista se enfrenta a fuertes presiones que le empujan hacia la
democratización. Miles de personas están encarceladas en este país por
manifestar de forma no violenta su deseo de democracia pero aun quedan grupos
que se enfrentan al gobierno para garantizar que se produzca una transición a
este sistema de gobierno.
¿Por qué tiene ahora tanta aceptación la
democracia? Las razones están relacionadas con los cambios sociales y
económicos que se analizan en este libro. En primer lugar, la democracia suele
asociarse, en lo económico, con el capitalismo competitivo y éste ha demostrado
ser superior al comunismo en cuanto a su capacidad para generar riqueza. En
segundo lugar, cuanto más se globalizan las actividades sociales y más se ven
las personas influidas en su vida cotidiana por acontecimientos que tienen
lugar lejos de ellas más información solicitan sobre cómo se les está
gobernando y, por tanto más democracia precisan.
En
tercer lugar, está la influencia de los medio de comunicación de masas,
especialmente de la televisión. La reacción en cadena que ha supuesto la expansión de la democracia se ha visto
probablemente muy afectada por la difusión de los acontecimientos en el mundo
actual. Con el advenimiento de ciertas tecnologías televisivas, principalmente
el satélite y el cable, los gobiernos ya no pueden mantener el control de lo
que ven los ciudadanos, y esto es lo que ocurrió con los enfrentamientos de la
plaza de Tiananmen. Al igual que en China, los partidos comunistas de la Unión Soviética y
de Europa Oriental controlaban firmemente los canales de televisión, que eran
de propiedad estatal y estaban dirigidos por el gobierno. Sin embargo, la
proliferación de las transmisiones vía satélite dio acceso a muchas personas a
los programas de televisión occidentales y, de esta manera, les puso en
contacto con unos puntos de vista sobre sus propias condiciones de vida
diferentes de aquéllos que fabricaba en serie la propaganda de sus regímenes.
¿Crisis
de La democracia?
Con la expansión de la democracia liberal
cabría esperar que mejorara su funcionamiento. Sin embargo, no es así y la
democracia está atravesando ciertas dificultades prácticamente en todas partes.
Esto no es sólo porque resulte difícil cimentar un orden democrático estable en
Rusia y en otras sociedades que antes eran comunistas. La democracia tiene
problemas en sus propios países de origen: en Gran Bretaña, Europa y los
Estados Unidos las encuestas demuestran que cada vez hay más gente que no se siente
vinculada al sistema político o a la que le resulta indiferente.
¿Por qué hay muchas personas descontentas con
el mismo sistema político que parece estar llevándose por delante a todos los
demás en todo el mundo? Curiosamente, la respuesta está ligada a los factores
que han colaborado en la expansión de la democracia: el impacto del capitalismo
y la globalización de la vida social.
Como ha señalado el
sociólogo Daniel Bell, los gobiernos nacionales son demasiado pequeños para
responder a grandes preguntas, como la influencia de la competencia económica
global en la destrucción del medio ambiente en todo el mundo, y demasiado
grandes para ocuparse de cuestiones más pequeñas: de los problemas que
preocupan a determinadas ciudades o regiones. Por ejemplo, los gobiernos apenas
tienen poder para controlar las actividades de las grandes corporaciones
industriales, que son los principales actores de la economía global. Una gran
empresa estadounidense puede decidir cerrar sus fábricas en Gran Bretaña y
trasladarse a México para reducir costes y así competir de manera eficiente con
otras corporaciones. El resultado es que miles de trabajadores británicos
quedarán sin trabajo y que, posiblemente, esperen que el gobierno haga algo.
Sin embargo, los gobiernos nacionales no pueden controlar procesos que son
inherentes a la economía mundial. Lo único que pueden hacer es intentar atenuar
las consecuencias del golpe, mediante prestaciones por desempleo o
recapacitación laboral (consúltese la figura 13.1 para ver de qué manera se
distribuye el gasto en los gobiernos británicos).
Al
mismo tiempo que los gobiernos han retrocedido frente a los problemas globales,
también se han distanciado de la vida de la mayoría de los ciudadanos. A muchos
de éstos les molesta que gran parte de las decisiones que influyen en su vida
las tomen lejanos "agentes del poder" (como dirigentes de partidos,
grupos de interés o sus representantes, y altos funcionarios) que están en
ciudades como Londres. Creen que el gobierno tampoco puede ocuparse de
problemas importantes del ámbito local, como la delincuencia y la indigencia.
El resultado es que la fe en el gobierno ha disminuido de forma considerable y
que esta situación, a su vez, influye en la disposición de la gente a
participar en el proceso político.
Más
adelante nos ocuparemos de cómo se hacen sentir estar influencias en la
política británica. Por definición, la democracia liberal supone la existencia
de varios partidos políticos. En primer lugar, nos centraremos en los
diferentes tipos de sistemas de partidos que se pueden agrupar bajo el término
general de democracia liberal.
Partidos políticos y voto en los países
occidentales
Un partido político puede definirse como una
organización orientada hacia el logro del control legítimo del gobierno
mediante un proceso electoral. En algunas situaciones hay organizaciones
políticas que pretenden alcanzar el poder pero se les impide hacerlo por medios
ortodoxos. Tales organizaciones pueden considerarse mejor como sectas o
movimientos de tipo político hasta que consiguen su reconocimiento. En la Alemania de finales del
Siglo XIX, por ejemplo, los socialdemócratas estaban proscritos por Bismarck,
de modo que eran un movimiento político organizado que operaba fuera de los
cauces ortodoxos, pero, mas tarde lograron su reconocimiento como partido y han
tenido el poder durante varios períodos en este siglo.
Sistemas de partidos
Hay muchos tipos de sistemas de partidos. Que
florezca un sistema bipartidista o uno con mas partidos depende, en gran
medida, de la naturaleza de los procedimientos electorales en cada país. Dos
partidos tienden a dominar el orden político cuando las elecciones se basan en
un sistema mayoritario, el candidato que recibe la mayoría de los votos gana
las elecciones independientemente de qué
proporción del voto total obtiene. Cuando las elecciones se basan en otros
principios, como la representación proporcional (en la que los escaños de una
asamblea representativa se asignan en función del porcentaje de votos
obtenidos), los sistemas bipartidistas son menos habituales.
En los países europeos occidentales
encontramos varios tipos de organizaciones de partido, y no todos se dan en la
política británica. Algunos partidos se basan en confesiones religiosas, (como
ciertos partidos belgas: el Parti Social Chrétien y Katholleke Volkspartij;
otros son partidos étnicos que representan a determinados grupos nacionalistas
o lingüísticos (como el Scottish Nationalist Party en Gran Bretaña o el Svenska
Folkpartiet en Finlandia); los hay que tienen un carácter rural y representan
intereses agrarios (como el Centerpartiet en Suecia o el Schweizerische
Vokspartei de Suiza); otros defienden el medio ambiente y sus objetivos son de
tipo ecologista (como Los Verdes alemanes).
La
mayoría de las sociedades europeas occidentales han tenido gobiernos formados
por partidos socialistas o laboristas en algún momento después del fin de la Segunda Guerra
Mundial. Hasta hace poco, había partidos comunistas reconocidos oficialmente en
casi todos estos países, y algunos (como los de Italia, Francia y España) eran
bastante grandes. Después de los cambios en Europa Oriental muchos han cambiado
su denominación. Hay muchos partidos conservadores (como el Partido Republicano
en Francia o el Conservador y el Unionista en Gran Bretaña) y partidos
centristas que ocupan "el espacio intermedio" entre izquierda y
derecha (como los liberal demócratas británicos). El término
"izquierda" se emplea para referirse a los grupos políticos radicales
o progresistas que se inclinan hacia el socialismo; "derecha" alude a
grupos más conservadores.
En
algunos países, el líder del partido mayoritario o de uno de los partidos en
una coalición, se convierte automáticamente en primer ministro, el cargo
público más importante de una nación. En otros casos, como en los Estados
Unidos, la elección del presidente es independiente de aquéllas en las que
compiten los partidos para ocupar los principales órganos de representación.
Ninguno de los sistemas electorales de los países occidentales es exactamente
igual a otro y la mayoría son más complicados que el de Gran Bretaña. Alemania
puede servir como ejemplo. En este país los miembros del Bundestag (parlamento)
se eligen mediante una combinación de sistema mayoritario y del proporcional.
La mitad de los miembros del Bundestag se elige en distritos electorales en los
que vence el candidato que obtiene la mayoría de los votos. El otro 50% se
elige según la proporción de votos emitidos en cada región. Este es el sistema
que ha permitido a Los Verdes llegar al parlamento. Se ha establecido un umbral
del 5% para evitar una excesiva proliferación de partidos pequeños; de modo
que, para que un partido obtenga escaños, al menos debe lograr este porcentaje
de votos. En las elecciones locales también se emplea un sistema similar.
Los
sistemas con dos partidos dominantes, como el británico, tienden a concentrarse
en el "terreno intermedio" en el que se encuentra la mayoría de los
votos, excluyendo los puntos de vista más radicales. Los partidos de estos
países suelen cultivar una imagen moderada y, en ocasiones, se parecen tanto
que la posibilidad real de elección es muy escasa. En principio, cada partido
representa una pluralidad de intereses, pero es muy frecuente que éstos se
entremezclen en programas insustanciales en los que las políticas no se
diferencian entre sí. Los sistemas multipartidistas permiten que se expresen
más directamente intereses y perspectivas divergentes y proporcionan un campo
de acción para que se manifiesten alternativas radicales; por otra parte,
resulta más difícil que un solo partido alcance la mayoría absoluta.
Esto conduce a
coaliciones que pueden ser incapaces de adoptar decisiones a causa de grandes
conflictos, o a una rápida sucesión de elecciones y de nuevos gobiernos que no
pueden mantenerse en el poder durante cierto tiempo y que, por tanto, se ven
muy limitados en su capacidad de influencia.
Partidos y voto en Gran Bretaña
En Gran Bretaña, hasta el siglo XIX los
partidos se consideraban únicamente mecanismos temporales, necesarios para
movilizar apoyos en relación a determinados acontecimientos o crisis. A medida
que se fueron desarrollando como organizaciones más estables, los partidos se
fueron asociando a la idea de que apoyar su liderazgo podía reportar
determinadas compensaciones. La afiliación y la lealtad al partido se
vincularon a varias formas de patronazgo por las que se premiaban a los que
eran fieles con ciertos puestos en la nueva administración. Durante casi todo
el siglo XX, dos grandes partidos, el Laborista y el Conservador, han dominado
la escena política británica y se ha desarrollado una política de confrontación
que se basa en el aumento del apoyo que reciben los dos equipos gubernamentales
alternativos, cada uno consistente en miembros de un solo partido.
La
política electoral británica ha cambiado significativamente durante los últimos
veinte años. Hay un factor estructural: el porcentaje de población
económicamente activa que desempeña labores tradicionales de cuello azul, en
especial en las manufacturas, ha disminuido considerablemente. Apenas existen
dudas de que esto ha erosionado algunas de las áreas de apoyo tradicional para
el laborismo. Un segundo factor es la escisión ocurrida en el Partido Laborista
a comienzos de 1980, que condujo a la fundación del Partido Socialdemócrata
(SDP). Aunque el SDP ya no existe, el más recientemente formado Partido de los
Demócratas Liberales ha seguido teniendo un apoyo significativo. Una tercera
influencia ha sido la de Margaret Thatcher, primera ministra conservadora de
1979 a 1990. El vigoroso programa de cambio iniciado por Thatcher y sus
gabinetes supuso una considerable modificación de la filosofía conservadora
primitiva. El thatcherismo hizo un especial hincapié en la reducción del papel
del Estado en la vida económica e hizo profesión de fe en las fuerzas del
mercado como base de las libertades individuales y del crecimiento económico.
Antes
de 1970, los dos principales partidos (Laborista y Conservador) disfrutaban de
un apoyo electoral estable (Heath y otros, 1986) y la mayoría de los votantes
era muy fiel a uno de ellos (véase más adelante). Esto se reconocía en sus
campanas, que se centraban más en reunir a los adeptos que en tratar de
convencer a quienes tenían puntos de vista alternativos.
Las dos elecciones
de 1974 demostraron que estas lealtades tradicionales se habían debilitado
mucho. La proporción de votantes que afirmó haberse decidido al final de la
campaña se incrementó considerablemente. Por lo tanto, es probable que las
campañas sean más importantes que antes para el resultado de las elecciones y,
en este sentido, quizá la televisión tenga bastante influencia a la hora de
"vender" la imagen de los partidos y de los políticos.
Comportamiento de voto - desalineamiento
partidista
La pauta del comportamiento del voto que había
en el Reino Unido antes de los años setenta -una lealtad vinculada a uno de los
dos partidos principales- se ha dado en llamar alineamiento partidista, idea
que partía de la base de que la clase social ejercía la influencia más importante
en el comportamiento del voto y que los votantes se "identificaban"
con uno u otro partido. En otras palabras, se veían a sí mismos como
"conservadores" o "laboristas". Un estudio llevado a cabo
por David Bufler y Donald Stokes en los años sesenta indicaba que alrededor del
90% de la población tenía este tipo de identificación con uno de los dos
partidos. La mayoría decía sentirse "bastante" o "muy"
identificada con el partido que había elegido (Butler y Stokes, 1974).
La
correlación entre clase y voto resulta mucho más confusa hoy en día. Además,
ahora hay un porcentaje mucho mayor de votantes que declaran que en su
comportamiento electoral influyen las políticas y la actitud de los partidos,
en vez de conceder a uno u otro su apoyo inquebrantable. Por consiguiente, éste
es un proceso de desalineamiento partidista por el que el votante deja de
identificarse siempre con el mismo partido.
¿Qué
explica el aumento del desalineamiento partidista? Ivor Crewe (1983) ha
mencionado dos clases de influencias. Una se refiere a la importancia creciente
que tienen los aspectos de la vida de las personas que no dependen directamente
de las diferencias de clase, como, por ejemplo, el que alquilen o compren su
vivienda, o sean miembros de un sindicato. En este sentido, los afiliados a los
sindicatos suelen votar más a los laboristas que a los conservadores, y ello
con independencia de que pertenezcan a federaciones de trabajadores manuales o
no manuales.
El
segundo factor es que los votantes están menos cautivos que antes de actitudes
políticas preexistentes que determinaban sus preferencias de partido. Ahora
tienden a votar a cualquier agrupación que crean que defiende mejor sus
intereses. Así, Crewe señala que a finales de los setenta y durante los
ochenta, el Partido Laborista ha ofrecido al electorado políticas que no
gustaban a muchos de sus simpatizantes, de ahí el largo período de gobiernos
conservadores.
Las elecciones de 1992
En las elecciones de 1992 se produjo un
desplazamiento del voto hacia el laborismo de alrededor del 2% y los
conservadores mantuvieron la mayoría absoluta en el parlamento, aunque ésta se
redujo mucho. El porcentaje de la población que votó a los conservadores
permaneció bastante estable de desde 1979 (cuando fue de un 44,9%) hasta 1992 (42,8%).
La cuota laborista de voto fue mayor que la de su punto más bajo (menos del 30%
en las elecciones de 1983). En 1992 los laboristas obtuvieron un 35,2% de los
votos. Sin embargo, ese porcentaje era todavía menor que el que habían logrado
en 1979. El tercer partido, el Liberal- Demócrata, consiguió el 18,3% de los
votos, lo que supuso un descenso respecto a las dos elecciones anteriores. A
pesar de la continuidad en el apoyo a estos tres partidos, los estudios
llevados a cabo durante las elecciones constataron la presencia de un
importante voto flotante. Un estudio de un grupo representativo de 1.500
votantes puso de manifiesto que el 2 1 % había decidido a quién votaría durante
la última semana de campaña.
En general los
resultados de las elecciones respaldaron la teoría del desalineamiento
partidista, pero indicaron que éste había ido más lejos entre los votantes no
conservadores que entre los conservadores. Esto planteaba un problema
considerable a los laboristas: las elecciones de 1992 fueron las cuartas
consecutivas que ganaba el Partido Conservador.
El thatcherismo y la etapa posterior
Como se ha mencionado antes, uno de los rasgos
más característicos de la política británica de finales de los años setenta y
durante los ochenta fue la influencia de las ideas políticas asociadas con
Margaret Thatcher. ¿Cuáles fueron las fuentes del thatcherismo? ¿Cuál era su
atractivo para un sector aparentemente tan amplio del electorado británico'? Es
fácil suponer que las políticas asociadas con los gobiernos de Thatcher estaban
más coordinadas y eran más coherentes de lo que, de hecho, era el caso. El
thatcherismo tuvo ciertos hilos conductores pero fue en, gran medida, una
colección bastante difusa de iniciativas y programas. Algunos se adoptaron por
razones pragmáticas, mientras que otros evolucionaron o fueron abandonados casi
por completo con el paso del tiempo (Riddell, 1985; Kavanagh, 1987).
Durante
el primer mandato de Thatcher, sus políticas se centraron principalmente en el
"monetarismo". Se creía que el control del dinero en circulación era
la clave para reducir la inflación y hacer que la economía se gestionara de
forma sensata. Sin embargo, los objetivos fijados para controlar el dinero
resultaron imposibles de alcanzar y, de hecho, el monetarismo se abandonó en
gran parte después: A partir de las elecciones de 1983, el ímpetu del
thatcherismo en materia económica se mantuvo con la privatización de las
empresas públicas. La venta de acciones de
British Telecom, British Gas, British Steel, British Airways y British
Petroleum tuvo una buena acogida.
Se
ha dicho que son varias las ventajas de la privatización, porque sustituye la
pesada e ineficiente burocracia estatal por una saludable competencia
económica, reduce el gasto público y pone fin a la injerencia de los políticos
en las decisiones empresariales.
Las
políticas de privatización iniciadas por Margaret Thatcher han tenido un
impacto duradero. Al principio, el Partido Laborista se opuso a ellas
ardientemente, pero, más tarde, abandonó esta hostilidad y llegó a aceptar que
la mayoría de las privatizaciones eran irreversibles.
"¡La
señora no va a rendirse!", declaró Thatcher en uno de sus más famosos
discursos. Quizá los elementos de continuidad más fuertes del thatcherismo
fueron la personalidad y la actitud moral de la misma Margaret Thatcher. El
aire de cruzada que la rodeaba no le granjeó el afecto de muchos votantes pero
hizo que se respetaran sus cualidades como líder nacional. A muchos les pareció
que su negativa a retroceder ante la ocupación argentina de las islas Malvinas
expresaba claramente estas cualidades y su papel dominante en el gobierno
también se vio reforzado por sus típicas destituciones de miembros del gabinete
que no simpatizaban con sus puntos de vista.
Sin embargo a pesar de haber obtenido una
resonante victoria en las elecciones de 1987, la popularidad de Margaret
Thatcher entre el electorado comenzó a descender vertiginosamente. Los factores
clave fueron la impopularidad del Poll Tax impuesto per cápita que no se basa
en los ingresos o en las propiedades del individuo), sus polémicos puntos de
vista acerca del papel de Gran Bretaña en la Comunidad Europea
y el deslizamiento de la economía hacia la recesión. El grado de descontento
con su liderazgo en el Partido Conservador llegó a tal extremo que Michael
Heseltine, cuando se enfrentó a ella en noviembre de 1990, logró forzar una
segunda vuelta al negarle el apoyo del 15% que necesitaba para una defi nitiva
victoria. En este punto sus colegas más veteranos la persuadieron para que
abandonara una confrontación de la que John Major surgió como nuevo líder
conservador y nuevo primer ministro del país (Kingdom, 1991).
La participación política de las mujeres: Pautas de voto y actitudes políticas
El voto tiene un especial significado para las
mujeres, ya que pasó mucho tiempo antes de que la lucha para obtener el
sufragio universal consiguiera que éste fuera aceptado en casi todo el mundo.
Las integrantes de los primeros movimientos vieron el voto como un símbolo de
la libertad política y también como un medio para lograr una mayor igualdad
económica y social. En Gran Bretaña y los Estados Unidos, donde los intentos de
obtener el derecho de voto femenino fueron más activos y donde suscitaron
reacciones mas violentas, las líderes de los movimientos de mujeres pasaron
considerables penalidades para alcanzar su objetivo. Incluso hoy en día las
mujeres no tienen los mismos derechos de voto que los hombres en todos los
países, aunque Arabia Saudí es el único Estado en el que no pueden votar en
elecciones nacionales. ¿Ha producido esta dura lucha por el voto los resultados
apetecidos?
La
respuesta es, simplemente, "no". En la mayoría de los países
occidentales, cuando se logró el derecho al voto, las mujeres lo ejercían mucho
menos que los hombres. En Gran Bretaña, en las primeras elecciones generales en
las que pudieron votar, las de 1929, solamente lo hizo un tercio, frente a los
dos tercios de los hombres. La proporción fue más o menos la misma en los
Estados Unidos y la pauta es semejante en otros países en el período posterior
a la implantación del sufragio universal. En muchas naciones, las mujeres no
votan aún en la misma proporción que los hombres, aunque en algunos casos la
disparidad de porcentajes ha desaparecido casi por completo. La participación
electoral de las mujeres en los tres últimos comicios presidenciales
estadounidenses ha sido menor que la de los hombres sólo por un margen de entre
el 3 y el 6%. En las elecciones parlamentarias británicas que se han producido
desde 1970, incluyendo las de aquel año, la diferencia no ha sido superior al
4%. Las disparidades de género en el voto han desaparecido completamente en
Suecia, Alemania Occidental y Canadá, mientras que en Italia, Finlandia y Japón
las mujeres votan en una proporción ligeramente superior a la de los hombres.
Estas
cifras indican que el auténtico obstáculo para la Igualdad entre los sexos
no era el voto, sino otras divisiones sociales, mucho más arraigadas, entre el
hombre y la mujer, por las que se relega a ésta a las tareas domésticas y
familiares. Los cambios que se han producido en estas divisiones sociales han
ocasionado alteraciones en la participación política de las mujeres, más que a
la inversa. Al disminuir las diferencias en cuanto al poder y la posición entre
los dos sexos, aumenta la participación electoral de la mujer.
¿Hasta
qué punto difieren las actitudes políticas de las mujeres de las de los
hombres? Muchas sufragistas, las primeras partidarias del derecho de las
mujeres al voto, creían que la entrada de éstas en la política la transformaría
radicalmente, aportando más altruismo y moralidad. Quienes estaban en contra de
la ampliación del voto a las mujeres señalaban, siguiendo este argumento, que
su participación política tendría consecuencias capitales, pero de carácter
desastroso. Un hombre destacado que se oponía al sufragio femenino en Gran
Bretaña advirtió que "una revolución de tanta trascendencia no puede llevarse
a cabo sin poner en gran peligro a Inglaterra" (citado por Currell, 1974,
p. 2). Estaba muy extendida la opinión de que la intervención de las mujeres
trivializaría la vida política y que, al mismo tiempo, socavaría la estabilidad
de la familia.
Ninguna
de estas consecuencias extremas se ha producido. La obtención del voto por
parte de las mujeres no ha alterado mucho la naturaleza de la política. Las
pautas del voto femenino, al igual que las del masculino, se configuran en
función del partido o las políticas que se prefieren, así como de los
candidatos disponibles. Sin embargo, se ha podido constatar que existen
diferencias constantes entre el voto masculino y el femenino. Las mujeres que
votan, en conjunto, suelen ser más conservadoras que los hombres, a juzgar por
el porcentaje de voto a los partidos de derechas. Así es, por ejemplo, en
Francia, Alemania e Italia. Esta relación es más ambigua en Gran Bretaña y los
Estados Unidos. En Gran Bretaña, las mujeres jóvenes votan en mayor proporción
al Partido Laborista que los hombres jóvenes, pero las mujeres mayores votan
desproporcionadamente al Partido Conservador. Las dos tendencias se equilibran
más o menos mutuamente. En los Estados Unidos no es fácil establecer una
relación entre orientación conservadora y voto por uno de los dos partidos
principales, porque el contraste entre republicanos y demócratas no se basa en
una clara oposición entre derecha e izquierda.
Sin
embargo, en las pautas de voto de los Estados Unidos, sí se ha trazado una
línea divisoria en función del género. El apoyo de los hombres blancos al
Partido Republicano es de un 51 % y el que dan a los demócratas es de un 23%,
mientras que el voto femenino está dividido a partes iguales entre los dos
partidos. Al mismo tiempo, los votantes negros e hispanos de ambos sexos están
muy a favor de los demócratas. Los hombres blancos de edad madura y casados se
han convertido en un baluarte del Partido Republicano, mientras que las mujeres
solas, tanto blancas como negras, son en reducto clave del Demócrata.
La
influencia de las mujeres en la política no puede valorarse únicamente en
función del voto. El impacto que han tenido lo grupos feministas en la vida
política, especialmente en las últimas décadas, es independiente de la lucha
por el derecho al voto. Desde comienzos de los sesenta, la Organización Nacional
de Mujeres (Now, en inglés) y otros grupos femeninos de los Estados Unidos, han
presionado para que entraran en la agenda política un conjunto de cuestiones
que afectan directamente a las mujeres. Entre ellos pueden citar el derecho a la igualdad en el
ámbito laboral, la posibilidad de abortar, los cambios en la legislación
familiar y respecto al divorcio y los derechos de las lesbianas. En la mayoría
de los países europeos no ha habido organizaciones de este tipo comparables,
pero las transformaciones que han influido en la posición social de la mujer
han llevado estos mismos asuntos al centro del debate político. Muchos de estos
problemas han suscitado gran polémica entre las mismas mujeres, y también entre
los hombres. Este ha sido el caso del aborto libre.
En
Gran Bretaña, los grupos de mujeres tuvieron un papel significativo en la
aprobación de la Ley
del Aborto de 1967 y en la legislación contra la discriminación sexual en el
trabajo. Las organizaciones de mujeres también han presionado para que se
produjeran otros cambios que han sido reconocidos por ley, como la protección a
las víctimas de la violencia doméstica que garantiza la Ley de Violencia Doméstica y
Procedimientos Matrimoniales de 1976. Una encuesta nacional efectuada en 1992
puso de relieve que hay problemas primordiales para las mujeres que son mucho
menos importantes para el conjunto de los hombres. Entre ellos están, por
ejemplo, el desarrollo de políticas de creación de guarderías para niños en
edad preescolar y de subvenciones por hijos (Kellner, 1992). Independientemente
de lo que suceda en el futuro, parece claro que muchos de los problemas y
preocupaciones que afectan a las mujeres, y a los que antes no se había hecho caso
o se consideraba que estaban "fuera de la política", ahora se
encuentran en el centro del debate político.
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