lunes, 23 de septiembre de 2013

Gobierno y poder político


introducción 

En 1989 hubo un drama en la plaza de Tiananmen de Pekín, la capital. Miles de personas se reunieron para manifestarse a favor de la democracia. El gobierno comunista de China reaccionó de forma feroz y unidades del ejército rojo atacaron a los manifestantes. Hubo muchos muertos y cientos de personas fueron cercadas y detenidas.
            La democracia todavía no es una realidad en China. Sin embargo, en muchas otras partes del mundo, los movimientos a favor de este sistema muchas otras partes del mundo, los movimientos a favor de este sistema han logrado hacer caer regímenes autoritarios. En la antigua Unión Soviética y en Europa Oriental el comunismo fue derribado por tales movimientos. Gobiernos de tipo democrático se han instaurado en los últimos años en gran parte de Latinoamérica y en algunos países de África y Asia. Europa Occidental, Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda hace mucho más tiempo que existen sistemas democráticos.
            En el mundo actual, la democratización es una de las principales fuerzas políticas que influye en la globalización, y que es influida por ella. Como tantos otros aspectos de las sociedades contemporáneas, los ámbitos del gobierno y de la política están sufriendo cambios importantes. El término Gobierno hace referencia a la implantación regular de políticas y a la toma decisiones acerca de cuestiones de estado por parte de los funcionarios que pertenecen a un aparato político. A la Política le interesan los medios los que se emplea el poder para influir en el alcance y el contenido de las actividades gubernamentales. La esfera de lo político puede extenderse más allá de las propias instituciones del Estado.
            En este capítulo se estudiarán los principales factores que influyen en la vida política, la naturaleza de la democracia y el papel de los partidos. También analizaremos las transformaciones que han tenido lugar en la vida política británica de los últimos años, para pasar a ocuparnos posteriormente de la política en el ámbito internacional. Hacia el final del capítulo se hace una valoración de los cambios ocurridos en Europa Oriental desde 1989 y se examina el impacto de la guerra en la sociedad.
            En primer lugar, hay que precisar el significado de algunos conceptos necesarios para el estudio de la vida política: poder autoridad y Estado. En un sentido o en otro, toda vida política tiene que ver con el poder: quién lo ostenta, cómo lo logra y qué hace con él.


Poder y autoridad

El estudio del poder tiene una importancia fundamental para la sociología. El Poder es la capacidad que tienen los individuos o grupos de hacer que cuenten sus propios intereses o preocupaciones, incluso si otros se resisten a ello. A veces conlleva el uso directo de la fuerza, como cuando las autoridades chinas eliminaron el movimiento democrático de la plaza de Tiananmen. El poder es un elemento que forma parte de casi todas las relaciones sociales, como la que existe entre empresario y trabajador. En este capítulo nos ocupamos de una acepción más estrecha del poder: el gubernamental. En esta manifestación, el poder está casi siempre acompañado de la ideología, que se utiliza para justificar las acciones de los poderosos. Por ejemplo, la utilización de la fuerza por parte del gobierno chino contra los estudiantes que se manifestaban por la democracia era una defensa de la ideología comunista como forma suprema de gobierno.
            La Autoridad es el legítimo uso del poder por parte del gobierno. Legitimidad significa que los que están sujetos a la autoridad del gobierno la aceptan. Por lo tanto, Poder es diferente de autoridad. Cuando comenzaron las manifestaciones a favor de la democracia en China y el Gobierno respondió deteniendo y matando a los manifestantes, estaba ejerciendo el poder pero también indicaba su pérdida de autoridad. En contra de lo que muchos piensan, la democracia no es la única forma de gobierno que las personas consideran legítima. Las dictaduras también pueden tener su legitimidad pero, como veremos mas adelante, actualmente la democracia es la forma de gobierno denominada legítima que está más extendida.


El concepto de Estado

            Un Estado existe donde hay un aparato político de gobierno (instituciones como un parlamento o congreso y  funcionarios públicos civiles) que rige sobre un territorio dado, y cuya autoridad está respaldada por un sistema legal y por la capacidad de emplear la fuerza de las armas para implantar sus políticas. Todos los estados modernos son Estados-Nación, en los que un aparato de gobierno reclama para sí determinados territorios, posee códigos de leyes formalizados y tiene el respaldo que da el control de la fuerza militar. Los estados-nación han ido naciendo en diversos momentos en cada parte del mundo (por ejemplo, los Estados Unidos en 1776 y la República Checa en 1993). Sin embargo, algunas de sus características principales contrastan bastante con las de los estados de las civilizaciones tradicionales que se han visto en el Capítulo 1. Estos rasgos son:
- Soberanía. Los territorios gobernados por los estados tradicionales estaban poco definidos y el control que ejercía el gobierno central era bastante débil. La idea de soberanía - que un gobierno tenga autoridad sobre una zona con fronteras claramente señaladas, dentro de las cuales ejerce el poder supremo- tenía poca relevancia para los estados tradicionales. Por el contrario, todos los estados-nación son soberanos.
- Ciudadanía. En los estados tradicionales, la mayoría de la población gobernada por el rey o emperador tenía poca conciencia o interés en aquéllos que la regían, y tampoco disfrutaba de ningún derecho o influencia de tipo político. Normalmente, sólo las clases dominantes o los grupos más opulentos poseían un sentido de pertenencia a una comunidad política general. En contraposición, en los estados modernos la mayoría de los que viven dentro de las fronteras del sistema político son ciudadanos, tienen derechos y  deberes, y saben que son parte de una nación. Aunque existen refugiados políticos o "apátridas", casi todos los habitantes del mundo actual  son miembros de un determinado Orden político nacional.
- Nacionalismo. Los estados-nación se relacionan con la aparición del nacionalismo, que puede definirse como un conjunto de símbolos y creencias que proporciona un sentimiento de pertenencia a una única comunidad política. De este modo, los individuos se sienten orgullosos de ser británicos, estadounidenses, canadienses o rusos, y sienten que pertenecen a esas naciones. Probablemente las personas siempre se han identificado de alguna manera con un grupo social u otro, ya sea con su familia, pueblo o comunidad religiosa. El nacionalismo, sin embargo, sólo hace su aparición con el desarrollo del Estado moderno. Es la manifestación principal del sentimiento de identificación con una determinada comunidad soberana.
Las lealtades nacionalistas no siempre coinciden con las fronteras territoriales de los estados actuales. Casi todos los estados-nación partían de comunidades que tenían orígenes diversos. Por consiguiente, con frecuencia han surgido nacionalismos locales que se oponen a los impulsados por los estados. En Canadá, por ejemplo, el sentimiento nacionalista entre los franco parlantes de Quebec cuestiona el que representa al conjunto de los canadienses. Con todo aunque la relación entre el Estado-nación y el nacionalismo es complicada, los dos se han configurado
a partir del mismo proceso.
            Después de haber analizado algunas de las características más importantes de los estados modernos, a continuación nos ocuparemos de la naturaleza de la democracia.


La democracia

La palabra "democracia" procede del término griego demokratia, cuyos componentes son demos (pueblo) y kratos (gobierno). Por lo tanto la Democracia, en su sentido fundamental, es un sistema político en el que  gobierna el pueblo y no los monarcas (reyes o reinas) o las aristocracias (personas de noble cuna como los lores británicos). Esto puede parecer bastante sencillo, pero no es así. ¿Qué significa el gobierno del pueblo? Como David Held ha apuntado, pueden plantearse objeciones a cada una de las partes de la frase (Held,  1987). S i se comienza por el "pueblo":
- ¿Quién es el pueblo?
- ¿Qué clase de participación se le permite?
-¿Qué condiciones se presupone que conducen a la participación?
Por lo que respecta al "gobierno":
_ ¿Cuál debe ser el alcance del gobierno? ¿Debería estar circunscrito, por ejemplo, a la esfera de la administración o puede haber democracia en otros ámbitos, tales como el ámbito laboral?
- ¿Incluye este concepto las decisiones administrativas que toman los gobiernos o debe limitarse a las grandes resoluciones que afectan a las políticas?
En el caso de "gobierno del":
- ¿Se debe obedecer al gobierno del pueblo? ¿Qué lugar ocupan la obligación y la disidencia?
- ¿Debe actuar al margen de la ley una parte del pueblo que creyera que las leyes vigentes son injustas?
¿En qué circunstancias, si hay alguna, deben emplear la coacción los gobiernos democráticos contra quienes están en desacuerdo con sus políticas?
            La respuesta a estas preguntas ha adoptado formas contradictorias, en cada período y sociedad. Por ejemplo, el concepto de "pueblo" se ha interpretado de muchas maneras: como los propietarios, los hombres blancos, los hombres con estudios, sólo los hombres, y hombres y mujeres adultos. En algunas sociedades, la versión aceptada oficialmente de la democracia se limita a la esfera política, mientras que en otras se extiende a otras áreas de la vida social.

Democracia participativa
En la democracia participativa (o democracia directa) las decisiones las toman comunitariamente los interesados. Este fue el tipo original de democracia que se practicaba en la antigua Grecia. Quienes eran ciudadanos, una pequeña minoría de la sociedad, se reunían regularmente en asamblea para estudiar las políticas y adoptar decisiones importantes. La democracia participativa tiene una importancia limitada en las sociedades modernas, donde la masa de la población tiene derechos políticos, y sería imposible que todos participasen activamente en la adopción de todas las decisiones que les afectan. Aun así, algunos aspectos de la democracia participativa tienen relevancia para las sociedades modernas. Por ejemplo, la convocatoria de referendos, en los que el pueblo manifiesta su opinión sobre un determinado asunto, es una forma de democracia participativa. La consulta directa a un gran número de personas se hace posible mediante la reducción del problema a una o dos preguntas que hay que contestar. Los referendos nacionales se emplean regularmente en algunos países europeos.


Monarquías y democracias liberales

Aunque algunos estados modernos, como Gran Bretaña o Bélgica, todavía tienen monarcas, en la actualidad éstos son escasos y están poco vinculados entre sí. En los países en los que aún hay gobernantes tradicionales de esta clase, su poder real suele estar limitado o ser casi inexistente. En un reducido número de países, como Arabia Saudí y Jordania, los monarcas continúan manteniendo cierto control sobre el gobierno, pero en la mayoría do los casos son símbolos de la identidad nacional más que personajes con un poder directo en la vida política. La reina británica, el rey de Suecia o incluso el emperador del Japón son monarcas constitucionales, cuyo poder real está muy restringido por una constitución que deposita la autoridad en los representantes elegidos por el pueblo. La gran mayoría de los estados modernos son repúblicas - es decir, carecen de monarcas- y casi todos ellos, incluyendo las monarquías constitucionales, se dicen democráticos.
            A los países en los que los votantes pueden elegir entre dos o más partidos y en los que el grueso de la población adulta tiene el derecho al voto se les suele denominar democracias liberales. Gran Bretaña y el resto de los países de Europa Occidental, los Estados Unidos, Japón, Australia y Nueva Zelanda pertenecen a esta categoría. Algunos países del Tercer Mundo, como la India, también tienen democracias liberales.


La expansión de la democracia liberal

Durante bastante tiempo los sistemas políticos del mundo estaban divididos entre la democracia liberal y el comunismo, tal y como se daba en la antigua Unión Soviética (y que aún pervive en China y otros pocos países). El comunismo era fundamentalmente un sistema de partido único. Los votantes no podían elegir entre varios partidos sino entre diferentes candidatos de la misma agrupación (el partido comunista) y, con frecuencia, sólo se presentaba un candidato. Por lo tanto, no había posibilidad de elección real. Podemos decir que el partido comunista era el poder dominante en las sociedades de tipo soviético, ya que controlaba no sólo el sistema político sino también la economía.
            Desde que en 1989 Europa Oriental se libró del control de la Unión Soviética, los procesos de democratización se han propagado por el mundo en una especie de reacción en cadena. En Centroamérica, países como Nicaragua, y en África, Zaire y Sudáfrica, han establecido gobiernos democráticos de tipo liberal. En China, que tiene alrededor de una quinta parte de la población mundial, el gobierno comunista se enfrenta a fuertes presiones que le empujan hacia la democratización. Miles de personas están encarceladas en este país por manifestar de forma no violenta su deseo de democracia pero aun quedan grupos que se enfrentan al gobierno para garantizar que se produzca una transición a este sistema de gobierno.
¿Por qué tiene ahora tanta aceptación la democracia? Las razones están relacionadas con los cambios sociales y económicos que se analizan en este libro. En primer lugar, la democracia suele asociarse, en lo económico, con el capitalismo competitivo y éste ha demostrado ser superior al comunismo en cuanto a su capacidad para generar riqueza. En segundo lugar, cuanto más se globalizan las actividades sociales y más se ven las personas influidas en su vida cotidiana por acontecimientos que tienen lugar lejos de ellas más información solicitan sobre cómo se les está gobernando y, por tanto más democracia precisan.
            En tercer lugar, está la influencia de los medio de comunicación de masas, especialmente de la televisión. La reacción en cadena que ha supuesto la  expansión de la democracia se ha visto probablemente muy afectada por la difusión de los acontecimientos en el mundo actual. Con el advenimiento de ciertas tecnologías televisivas, principalmente el satélite y el cable, los gobiernos ya no pueden mantener el control de lo que ven los ciudadanos, y esto es lo que ocurrió con los enfrentamientos de la plaza de Tiananmen. Al igual que en China, los partidos comunistas de la Unión Soviética y de Europa Oriental controlaban firmemente los canales de televisión, que eran de propiedad estatal y estaban dirigidos por el gobierno. Sin embargo, la proliferación de las transmisiones vía satélite dio acceso a muchas personas a los programas de televisión occidentales y, de esta manera, les puso en contacto con unos puntos de vista sobre sus propias condiciones de vida diferentes de aquéllos que fabricaba en serie la propaganda de sus regímenes.


¿Crisis de La democracia?

Con la expansión de la democracia liberal cabría esperar que mejorara su funcionamiento. Sin embargo, no es así y la democracia está atravesando ciertas dificultades prácticamente en todas partes. Esto no es sólo porque resulte difícil cimentar un orden democrático estable en Rusia y en otras sociedades que antes eran comunistas. La democracia tiene problemas en sus propios países de origen: en Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos las encuestas demuestran que cada vez hay más gente que no se siente vinculada al sistema político o a la que le resulta indiferente.
¿Por qué hay muchas personas descontentas con el mismo sistema político que parece estar llevándose por delante a todos los demás en todo el mundo? Curiosamente, la respuesta está ligada a los factores que han colaborado en la expansión de la democracia: el impacto del capitalismo y la  globalización de la vida social.
Como ha señalado el sociólogo Daniel Bell, los gobiernos nacionales son demasiado pequeños para responder a grandes preguntas, como la influencia de la competencia económica global en la destrucción del medio ambiente en todo el mundo, y demasiado grandes para ocuparse de cuestiones más pequeñas: de los problemas que preocupan a determinadas ciudades o regiones. Por ejemplo, los gobiernos apenas tienen poder para controlar las actividades de las grandes corporaciones industriales, que son los principales actores de la economía global. Una gran empresa estadounidense puede decidir cerrar sus fábricas en Gran Bretaña y trasladarse a México para reducir costes y así competir de manera eficiente con otras corporaciones. El resultado es que miles de trabajadores británicos quedarán sin trabajo y que, posiblemente, esperen que el gobierno haga algo. Sin embargo, los gobiernos nacionales no pueden controlar procesos que son inherentes a la economía mundial. Lo único que pueden hacer es intentar atenuar las consecuencias del golpe, mediante prestaciones por desempleo o recapacitación laboral (consúltese la figura 13.1 para ver de qué manera se distribuye el gasto en los gobiernos británicos).
            Al mismo tiempo que los gobiernos han retrocedido frente a los problemas globales, también se han distanciado de la vida de la mayoría de los ciudadanos. A muchos de éstos les molesta que gran parte de las decisiones que influyen en su vida las tomen lejanos "agentes del poder" (como dirigentes de partidos, grupos de interés o sus representantes, y altos funcionarios) que están en ciudades como Londres. Creen que el gobierno tampoco puede ocuparse de problemas importantes del ámbito local, como la delincuencia y la indigencia. El resultado es que la fe en el gobierno ha disminuido de forma considerable y que esta situación, a su vez, influye en la disposición de la gente a participar en el proceso político.
            Más adelante nos ocuparemos de cómo se hacen sentir estar influencias en la política británica. Por definición, la democracia liberal supone la existencia de varios partidos políticos. En primer lugar, nos centraremos en los diferentes tipos de sistemas de partidos que se pueden agrupar bajo el término general de democracia liberal.

Partidos políticos y voto en los países occidentales

Un partido político puede definirse como una organización orientada hacia el logro del control legítimo del gobierno mediante un proceso electoral. En algunas situaciones hay organizaciones políticas que pretenden alcanzar el poder pero se les impide hacerlo por medios ortodoxos. Tales organizaciones pueden considerarse mejor como sectas o movimientos de tipo político hasta que consiguen su reconocimiento. En la Alemania de finales del Siglo XIX, por ejemplo, los socialdemócratas estaban proscritos por Bismarck, de modo que eran un movimiento político organizado que operaba fuera de los cauces ortodoxos, pero, mas tarde lograron su reconocimiento como partido y han tenido el poder durante varios períodos en este siglo.

Sistemas de partidos

Hay muchos tipos de sistemas de partidos. Que florezca un sistema bipartidista o uno con mas partidos depende, en gran medida, de la naturaleza de los procedimientos electorales en cada país. Dos partidos tienden a dominar el orden político cuando las elecciones se basan en un sistema mayoritario, el candidato que recibe la mayoría de los votos gana las elecciones  independientemente de qué proporción del voto total obtiene. Cuando las elecciones se basan en otros principios, como la representación proporcional (en la que los escaños de una asamblea representativa se asignan en función del porcentaje de votos obtenidos), los sistemas bipartidistas son menos habituales.
En los países europeos occidentales encontramos varios tipos de organizaciones de partido, y no todos se dan en la política británica. Algunos partidos se basan en confesiones religiosas, (como ciertos partidos belgas: el Parti Social Chrétien y Katholleke Volkspartij; otros son partidos étnicos que representan a determinados grupos nacionalistas o lingüísticos (como el Scottish Nationalist Party en Gran Bretaña o el Svenska Folkpartiet en Finlandia); los hay que tienen un carácter rural y representan intereses agrarios (como el Centerpartiet en Suecia o el Schweizerische Vokspartei de Suiza); otros defienden el medio ambiente y sus objetivos son de tipo ecologista (como Los Verdes alemanes).
            La mayoría de las sociedades europeas occidentales han tenido gobiernos formados por partidos socialistas o laboristas en algún momento después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Hasta hace poco, había partidos comunistas reconocidos oficialmente en casi todos estos países, y algunos (como los de Italia, Francia y España) eran bastante grandes. Después de los cambios en Europa Oriental muchos han cambiado su denominación. Hay muchos partidos conservadores (como el Partido Republicano en Francia o el Conservador y el Unionista en Gran Bretaña) y partidos centristas que ocupan "el espacio intermedio" entre izquierda y derecha (como los liberal demócratas británicos). El término "izquierda" se emplea para referirse a los grupos políticos radicales o progresistas que se inclinan hacia el socialismo; "derecha" alude a grupos más conservadores.
            En algunos países, el líder del partido mayoritario o de uno de los partidos en una coalición, se convierte automáticamente en primer ministro, el cargo público más importante de una nación. En otros casos, como en los Estados Unidos, la elección del presidente es independiente de aquéllas en las que compiten los partidos para ocupar los principales órganos de representación. Ninguno de los sistemas electorales de los países occidentales es exactamente igual a otro y la mayoría son más complicados que el de Gran Bretaña. Alemania puede servir como ejemplo. En este país los miembros del Bundestag (parlamento) se eligen mediante una combinación de sistema mayoritario y del proporcional. La mitad de los miembros del Bundestag se elige en distritos electorales en los que vence el candidato que obtiene la mayoría de los votos. El otro 50% se elige según la proporción de votos emitidos en cada región. Este es el sistema que ha permitido a Los Verdes llegar al parlamento. Se ha establecido un umbral del 5% para evitar una excesiva proliferación de partidos pequeños; de modo que, para que un partido obtenga escaños, al menos debe lograr este porcentaje de votos. En las elecciones locales también se emplea un sistema similar.
            Los sistemas con dos partidos dominantes, como el británico, tienden a concentrarse en el "terreno intermedio" en el que se encuentra la mayoría de los votos, excluyendo los puntos de vista más radicales. Los partidos de estos países suelen cultivar una imagen moderada y, en ocasiones, se parecen tanto que la posibilidad real de elección es muy escasa. En principio, cada partido representa una pluralidad de intereses, pero es muy frecuente que éstos se entremezclen en programas insustanciales en los que las políticas no se diferencian entre sí. Los sistemas multipartidistas permiten que se expresen más directamente intereses y perspectivas divergentes y proporcionan un campo de acción para que se manifiesten alternativas radicales; por otra parte, resulta más difícil que un solo partido alcance la mayoría absoluta.
Esto conduce a coaliciones que pueden ser incapaces de adoptar decisiones a causa de grandes conflictos, o a una rápida sucesión de elecciones y de nuevos gobiernos que no pueden mantenerse en el poder durante cierto tiempo y que, por tanto, se ven muy limitados en su capacidad de influencia.

Partidos y voto en Gran Bretaña
En Gran Bretaña, hasta el siglo XIX los partidos se consideraban únicamente mecanismos temporales, necesarios para movilizar apoyos en relación a determinados acontecimientos o crisis. A medida que se fueron desarrollando como organizaciones más estables, los partidos se fueron asociando a la idea de que apoyar su liderazgo podía reportar determinadas compensaciones. La afiliación y la lealtad al partido se vincularon a varias formas de patronazgo por las que se premiaban a los que eran fieles con ciertos puestos en la nueva administración. Durante casi todo el siglo XX, dos grandes partidos, el Laborista y el Conservador, han dominado la escena política británica y se ha desarrollado una política de confrontación que se basa en el aumento del apoyo que reciben los dos equipos gubernamentales alternativos, cada uno consistente en miembros de un solo partido.
            La política electoral británica ha cambiado significativamente durante los últimos veinte años. Hay un factor estructural: el porcentaje de población económicamente activa que desempeña labores tradicionales de cuello azul, en especial en las manufacturas, ha disminuido considerablemente. Apenas existen dudas de que esto ha erosionado algunas de las áreas de apoyo tradicional para el laborismo. Un segundo factor es la escisión ocurrida en el Partido Laborista a comienzos de 1980, que condujo a la fundación del Partido Socialdemócrata (SDP). Aunque el SDP ya no existe, el más recientemente formado Partido de los Demócratas Liberales ha seguido teniendo un apoyo significativo. Una tercera influencia ha sido la de Margaret Thatcher, primera ministra conservadora de 1979 a 1990. El vigoroso programa de cambio iniciado por Thatcher y sus gabinetes supuso una considerable modificación de la filosofía conservadora primitiva. El thatcherismo hizo un especial hincapié en la reducción del papel del Estado en la vida económica e hizo profesión de fe en las fuerzas del mercado como base de las libertades individuales y del crecimiento económico.
            Antes de 1970, los dos principales partidos (Laborista y Conservador) disfrutaban de un apoyo electoral estable (Heath y otros, 1986) y la mayoría de los votantes era muy fiel a uno de ellos (véase más adelante). Esto se reconocía en sus campanas, que se centraban más en reunir a los adeptos que en tratar de convencer a quienes tenían puntos de vista alternativos.
Las dos elecciones de 1974 demostraron que estas lealtades tradicionales se habían debilitado mucho. La proporción de votantes que afirmó haberse decidido al final de la campaña se incrementó considerablemente. Por lo tanto, es probable que las campañas sean más importantes que antes para el resultado de las elecciones y, en este sentido, quizá la televisión tenga bastante influencia a la hora de "vender" la imagen de los partidos y de los políticos.

Comportamiento de voto - desalineamiento partidista

La pauta del comportamiento del voto que había en el Reino Unido antes de los años setenta -una lealtad vinculada a uno de los dos partidos principales- se ha dado en llamar alineamiento partidista, idea que partía de la base de que la clase social ejercía la influencia más importante en el comportamiento del voto y que los votantes se "identificaban" con uno u otro partido. En otras palabras, se veían a sí mismos como "conservadores" o "laboristas". Un estudio llevado a cabo por David Bufler y Donald Stokes en los años sesenta indicaba que alrededor del 90% de la población tenía este tipo de identificación con uno de los dos partidos. La mayoría decía sentirse "bastante" o "muy" identificada con el partido que había elegido (Butler y Stokes, 1974).
            La correlación entre clase y voto resulta mucho más confusa hoy en día. Además, ahora hay un porcentaje mucho mayor de votantes que declaran que en su comportamiento electoral influyen las políticas y la actitud de los partidos, en vez de conceder a uno u otro su apoyo inquebrantable. Por consiguiente, éste es un proceso de desalineamiento partidista por el que el votante deja de identificarse siempre con el mismo partido.
            ¿Qué explica el aumento del desalineamiento partidista? Ivor Crewe (1983) ha mencionado dos clases de influencias. Una se refiere a la importancia creciente que tienen los aspectos de la vida de las personas que no dependen directamente de las diferencias de clase, como, por ejemplo, el que alquilen o compren su vivienda, o sean miembros de un sindicato. En este sentido, los afiliados a los sindicatos suelen votar más a los laboristas que a los conservadores, y ello con independencia de que pertenezcan a federaciones de trabajadores manuales o no manuales.
            El segundo factor es que los votantes están menos cautivos que antes de actitudes políticas preexistentes que determinaban sus preferencias de partido. Ahora tienden a votar a cualquier agrupación que crean que defiende mejor sus intereses. Así, Crewe señala que a finales de los setenta y durante los ochenta, el Partido Laborista ha ofrecido al electorado políticas que no gustaban a muchos de sus simpatizantes, de ahí el largo período de gobiernos conservadores.

Las elecciones de 1992

En las elecciones de 1992 se produjo un desplazamiento del voto hacia el laborismo de alrededor del 2% y los conservadores mantuvieron la mayoría absoluta en el parlamento, aunque ésta se redujo mucho. El porcentaje de la población que votó a los conservadores permaneció bastante estable de desde 1979 (cuando fue de un 44,9%) hasta 1992 (42,8%). La cuota laborista de voto fue mayor que la de su punto más bajo (menos del 30% en las elecciones de 1983). En 1992 los laboristas obtuvieron un 35,2% de los votos. Sin embargo, ese porcentaje era todavía menor que el que habían logrado en 1979. El tercer partido, el Liberal- Demócrata, consiguió el 18,3% de los votos, lo que supuso un descenso respecto a las dos elecciones anteriores. A pesar de la continuidad en el apoyo a estos tres partidos, los estudios llevados a cabo durante las elecciones constataron la presencia de un importante voto flotante. Un estudio de un grupo representativo de 1.500 votantes puso de manifiesto que el 2 1 % había decidido a quién votaría durante la última semana de campaña.
En general los resultados de las elecciones respaldaron la teoría del desalineamiento partidista, pero indicaron que éste había ido más lejos entre los votantes no conservadores que entre los conservadores. Esto planteaba un problema considerable a los laboristas: las elecciones de 1992 fueron las cuartas consecutivas que ganaba el Partido Conservador.

El thatcherismo y la etapa posterior
Como se ha mencionado antes, uno de los rasgos más característicos de la política británica de finales de los años setenta y durante los ochenta fue la influencia de las ideas políticas asociadas con Margaret Thatcher. ¿Cuáles fueron las fuentes del thatcherismo? ¿Cuál era su atractivo para un sector aparentemente tan amplio del electorado británico'? Es fácil suponer que las políticas asociadas con los gobiernos de Thatcher estaban más coordinadas y eran más coherentes de lo que, de hecho, era el caso. El thatcherismo tuvo ciertos hilos conductores pero fue en, gran medida, una colección bastante difusa de iniciativas y programas. Algunos se adoptaron por razones pragmáticas, mientras que otros evolucionaron o fueron abandonados casi por completo con el paso del tiempo (Riddell, 1985; Kavanagh, 1987).
            Durante el primer mandato de Thatcher, sus políticas se centraron principalmente en el "monetarismo". Se creía que el control del dinero en circulación era la clave para reducir la inflación y hacer que la economía se gestionara de forma sensata. Sin embargo, los objetivos fijados para controlar el dinero resultaron imposibles de alcanzar y, de hecho, el monetarismo se abandonó en gran parte después: A partir de las elecciones de 1983, el ímpetu del thatcherismo en materia económica se mantuvo con la privatización de las empresas públicas. La venta de acciones de  British Telecom, British Gas, British Steel, British Airways y British Petroleum tuvo una buena acogida.
            Se ha dicho que son varias las ventajas de la privatización, porque sustituye la pesada e ineficiente burocracia estatal por una saludable competencia económica, reduce el gasto público y pone fin a la injerencia de los políticos en las decisiones empresariales.
            Las políticas de privatización iniciadas por Margaret Thatcher han tenido un impacto duradero. Al principio, el Partido Laborista se opuso a ellas ardientemente, pero, más tarde, abandonó esta hostilidad y llegó a aceptar que la mayoría de las privatizaciones eran irreversibles.
            "¡La señora no va a rendirse!", declaró Thatcher en uno de sus más famosos discursos. Quizá los elementos de continuidad más fuertes del thatcherismo fueron la personalidad y la actitud moral de la misma Margaret Thatcher. El aire de cruzada que la rodeaba no le granjeó el afecto de muchos votantes pero hizo que se respetaran sus cualidades como líder nacional. A muchos les pareció que su negativa a retroceder ante la ocupación argentina de las islas Malvinas expresaba claramente estas cualidades y su papel dominante en el gobierno también se vio reforzado por sus típicas destituciones de miembros del gabinete que no simpatizaban con sus puntos de vista.
Sin embargo a pesar de haber obtenido una resonante victoria en las elecciones de 1987, la popularidad de Margaret Thatcher entre el electorado comenzó a descender vertiginosamente. Los factores clave fueron la impopularidad del Poll Tax impuesto per cápita que no se basa en los ingresos o en las propiedades del individuo), sus polémicos puntos de vista acerca del papel de Gran Bretaña en la Comunidad Europea y el deslizamiento de la economía hacia la recesión. El grado de descontento con su liderazgo en el Partido Conservador llegó a tal extremo que Michael Heseltine, cuando se enfrentó a ella en noviembre de 1990, logró forzar una segunda vuelta al negarle el apoyo del 15% que necesitaba para una defi nitiva victoria. En este punto sus colegas más veteranos la persuadieron para que abandonara una confrontación de la que John Major surgió como nuevo líder conservador y nuevo primer ministro del país (Kingdom, 1991).

La participación política de las mujeres: Pautas de voto y actitudes políticas

El voto tiene un especial significado para las mujeres, ya que pasó mucho tiempo antes de que la lucha para obtener el sufragio universal consiguiera que éste fuera aceptado en casi todo el mundo. Las integrantes de los primeros movimientos vieron el voto como un símbolo de la libertad política y también como un medio para lograr una mayor igualdad económica y social. En Gran Bretaña y los Estados Unidos, donde los intentos de obtener el derecho de voto femenino fueron más activos y donde suscitaron reacciones mas violentas, las líderes de los movimientos de mujeres pasaron considerables penalidades para alcanzar su objetivo. Incluso hoy en día las mujeres no tienen los mismos derechos de voto que los hombres en todos los países, aunque Arabia Saudí es el único Estado en el que no pueden votar en elecciones nacionales. ¿Ha producido esta dura lucha por el voto los resultados apetecidos?
            La respuesta es, simplemente, "no". En la mayoría de los países occidentales, cuando se logró el derecho al voto, las mujeres lo ejercían mucho menos que los hombres. En Gran Bretaña, en las primeras elecciones generales en las que pudieron votar, las de 1929, solamente lo hizo un tercio, frente a los dos tercios de los hombres. La proporción fue más o menos la misma en los Estados Unidos y la pauta es semejante en otros países en el período posterior a la implantación del sufragio universal. En muchas naciones, las mujeres no votan aún en la misma proporción que los hombres, aunque en algunos casos la disparidad de porcentajes ha desaparecido casi por completo. La participación electoral de las mujeres en los tres últimos comicios presidenciales estadounidenses ha sido menor que la de los hombres sólo por un margen de entre el 3 y el 6%. En las elecciones parlamentarias británicas que se han producido desde 1970, incluyendo las de aquel año, la diferencia no ha sido superior al 4%. Las disparidades de género en el voto han desaparecido completamente en Suecia, Alemania Occidental y Canadá, mientras que en Italia, Finlandia y Japón las mujeres votan en una proporción ligeramente superior a la de los hombres.
            Estas cifras indican que el auténtico obstáculo para la Igualdad entre los sexos no era el voto, sino otras divisiones sociales, mucho más arraigadas, entre el hombre y la mujer, por las que se relega a ésta a las tareas domésticas y familiares. Los cambios que se han producido en estas divisiones sociales han ocasionado alteraciones en la participación política de las mujeres, más que a la inversa. Al disminuir las diferencias en cuanto al poder y la posición entre los dos sexos, aumenta la participación electoral de la mujer.
            ¿Hasta qué punto difieren las actitudes políticas de las mujeres de las de los hombres? Muchas sufragistas, las primeras partidarias del derecho de las mujeres al voto, creían que la entrada de éstas en la política la transformaría radicalmente, aportando más altruismo y moralidad. Quienes estaban en contra de la ampliación del voto a las mujeres señalaban, siguiendo este argumento, que su participación política tendría consecuencias capitales, pero de carácter desastroso. Un hombre destacado que se oponía al sufragio femenino en Gran Bretaña advirtió que "una revolución de tanta trascendencia no puede llevarse a cabo sin poner en gran peligro a Inglaterra" (citado por Currell, 1974, p. 2). Estaba muy extendida la opinión de que la intervención de las mujeres trivializaría la vida política y que, al mismo tiempo, socavaría la estabilidad de la familia.
            Ninguna de estas consecuencias extremas se ha producido. La obtención del voto por parte de las mujeres no ha alterado mucho la naturaleza de la política. Las pautas del voto femenino, al igual que las del masculino, se configuran en función del partido o las políticas que se prefieren, así como de los candidatos disponibles. Sin embargo, se ha podido constatar que existen diferencias constantes entre el voto masculino y el femenino. Las mujeres que votan, en conjunto, suelen ser más conservadoras que los hombres, a juzgar por el porcentaje de voto a los partidos de derechas. Así es, por ejemplo, en Francia, Alemania e Italia. Esta relación es más ambigua en Gran Bretaña y los Estados Unidos. En Gran Bretaña, las mujeres jóvenes votan en mayor proporción al Partido Laborista que los hombres jóvenes, pero las mujeres mayores votan desproporcionadamente al Partido Conservador. Las dos tendencias se equilibran más o menos mutuamente. En los Estados Unidos no es fácil establecer una relación entre orientación conservadora y voto por uno de los dos partidos principales, porque el contraste entre republicanos y demócratas no se basa en una clara oposición entre derecha e izquierda.
            Sin embargo, en las pautas de voto de los Estados Unidos, sí se ha trazado una línea divisoria en función del género. El apoyo de los hombres blancos al Partido Republicano es de un 51 % y el que dan a los demócratas es de un 23%, mientras que el voto femenino está dividido a partes iguales entre los dos partidos. Al mismo tiempo, los votantes negros e hispanos de ambos sexos están muy a favor de los demócratas. Los hombres blancos de edad madura y casados se han convertido en un baluarte del Partido Republicano, mientras que las mujeres solas, tanto blancas como negras, son en reducto clave del Demócrata.
            La influencia de las mujeres en la política no puede valorarse únicamente en función del voto. El impacto que han tenido lo grupos feministas en la vida política, especialmente en las últimas décadas, es independiente de la lucha por el derecho al voto. Desde comienzos de los sesenta, la Organización Nacional de Mujeres (Now, en inglés) y otros grupos femeninos de los Estados Unidos, han presionado para que entraran en la agenda política un conjunto de cuestiones que afectan directamente a las mujeres. Entre ellos  pueden citar el derecho a la igualdad en el ámbito laboral, la posibilidad de abortar, los cambios en la legislación familiar y respecto al divorcio y los derechos de las lesbianas. En la mayoría de los países europeos no ha habido organizaciones de este tipo comparables, pero las transformaciones que han influido en la posición social de la mujer han llevado estos mismos asuntos al centro del debate político. Muchos de estos problemas han suscitado gran polémica entre las mismas mujeres, y también entre los hombres. Este ha sido el caso del aborto libre.
            En Gran Bretaña, los grupos de mujeres tuvieron un papel significativo en la aprobación de la Ley del Aborto de 1967 y en la legislación contra la discriminación sexual en el trabajo. Las organizaciones de mujeres también han presionado para que se produjeran otros cambios que han sido reconocidos por ley, como la protección a las víctimas de la violencia doméstica que garantiza la Ley de Violencia Doméstica y Procedimientos Matrimoniales de 1976. Una encuesta nacional efectuada en 1992 puso de relieve que hay problemas primordiales para las mujeres que son mucho menos importantes para el conjunto de los hombres. Entre ellos están, por ejemplo, el desarrollo de políticas de creación de guarderías para niños en edad preescolar y de subvenciones por hijos (Kellner, 1992). Independientemente de lo que suceda en el futuro, parece claro que muchos de los problemas y preocupaciones que afectan a las mujeres, y a los que antes no se había hecho caso o se consideraba que estaban "fuera de la política", ahora se encuentran en el centro del debate político.



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